Calderón de la Huerta

No hay nada más raro en el mundo que una persona a la que siempre podamos tolerar.
La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes.

lunes, 25 de agosto de 2008

INMIGROFOBIA E INMIGROFOBOS









¿Alguna vez lo somos?
Parece que el adjetivo ‘inmigrofobia’ ha llamado la atención; las fobias son aprendidas y no adquiridas, sin embargo, este calificativo no necesariamente se debe utilizar con los extranjeros. No hay que salir de nuestro país, y pongo de ejemplo Cataluña, la expresión ‘charnego’ se aplicó a los hijos de los pobres inmigrantes venidos del resto de España -fundamentalmente, Extremadura, Andalucía y Murcia- en los años sesenta, huyendo de la miseria de sus regiones. En los pueblos catalanes se hablaba de "esos charnegos", de una forma más bien despreciativa y despreciable.
Por supuesto entre países: los argentinos a los bolivianos les llaman ‘bolitas’; entre ecuatorianos ‘costeños y serranos’; entre bolivianos ‘collas y cambas’, y así un largo etc.
Pero si afinamos más, podemos decir que en un momento dado, cada uno de nosotros padecemos ‘inmigrofobia’ con nuestros propios paisanos. ¿Quién no ha sentido temor en el trabajo cuando ha llegado un nuevo ‘inmigrante’ de otra Región de España? ¿Me desplazará? ¿Ocupará mi lugar?
Ni que digamos con los que vienen destinados por traslado u oposición: “debería quedarse en su tierra” es lo primero que se nos viene a la mente. Por ende, nuestro ‘inmigrofobismo’ se dispara cuando son extranjeros los que vienen a nuestro país “a quitarnos el trabajo”
La ‘Inmigrofobia’ se cura con educación y tolerancia. Al ser las fobias aprendidas se pueden aplicar técnicas de Desensibilización Sistemática (DS) entre otras. Sobretodo en edades tempranas; un niño no conoce las fobias, se las enseñamos.
-Mama, mama… ¿las olivas tienen patas?
-No hijo, no.
-Entonces me he comido una cucaracha.
Ese niño después de la ‘lección’ que le habrá dado la madre, en cuanto vea una cucaracha se evapora.. Ha aprendido a tener ‘cucarachafobia’
Un saludo.

Los pilotos no son kamikazes


Todos los medios de comunicación, o casi todos, están haciendo responsable a la empresa Spanair de la tragedia por agotar hasta el límite las revisiones, controles y mecanismos de aeronavegabilidad. Dan a entender que los pilotos y la tripulación en general, son kamikazes.
Todo lo contrario. Los primeros que aman sus vidas son los pilotos; tienen familia, parientes, amigos; pero sobretodo la responsabilidad de tener a su custodia seres humanos y no ganado.
Todos los días que un piloto vuela, su primer pensamiento nada mas aterrizar, es llamar a sus padres, esposa o hijos.
Por este motivo, un piloto es incapaz de convertir la ‘piedra’ en ave si no tiene las suficientes garantías de seguridad.
Descansen en paz.

Ser carroza mola...intelectualmente.


He encontrado este artículo y, definitivamente, somos -me incluyo- como el buen vino: añejo mejor.
Los grandes hombres que iluminaron el camino de la humanidad con sus tareas y hallazgos, aquellos que lucharon por todos, probaron con su existencia gloriosa, que la resistencia humana es inagotable; jamás ni en la más avanzada edad, se sintieron agotados ni incapaces para la labor, y mucho menos decrépitos.
Para producir la edad no es un límite, tomemos los siguientes ejemplos:
Moisés tenía ochenta años cuando llevó a su gente a la Tierra de Promisión.
San Juan era más que octogenario cuando escribió El Evangelio.
Julio César después de una vida de disipación y de vicio, venció a Pompeyo, cuando contaba cincuenta años.
Aristóteles escribió sus principales obras cuando pasaba ya de los cincuenta y cinco años.
Rogelio Bacon escribía a los ochenta años y sus obras son consideradas hoy como pozos verdaderos de ciencia, algunas de ellas las escribió en la cárcel.
Leonardo da Vinci, el monstruo del talento pictórico, empezó a los cuarenta años la famosísima “Cena”.
Copérnico terminó su obra “Revolutionibus orbium coelestium” a los cincuenta y siete años, la siguió corrigiendo hasta la edad de setenta años en que la entregó a la imprenta.
Galileo no publicó su “Sidereus Nuncios” hasta los cuarenta y seis años; a los setenta y cuatro años, ciego en absoluto, seguía investigando en sus trabajos científicos. Fue a esa edad cuando publicó sus célebres “Diálogos” sobre el movimiento local.
Pierre Simon de Leplace, a los setenta años, llevó a cabo su inmensa tarea de investigación sobre matemáticas.
Michael Faraday, hizo sus trabajos asombrosos sobre electro-magnetismo a los setenta años.
Charles Darwin publicó a los sesenta años, su obra, “El origen de las especies”.
André Marie Ampere publicó a los cincuenta y un años, la “Teoría de los fenómenos electrodinámicos”.
A los cincuenta y siete años, Manuel Kant se dio a conocer con sus trabajos filosóficos y publicó “La Critica de la Razón Pura” a los sesenta y seis años.Benjamín Franklin, a los setenta años, fue a Francia para solicitar ayuda para la independencia de su país.
Alessandro Volta descubre la famosa pila de su nombre a los cincuenta y seis años de edad.
Miguel de Cervantes Saavedra había cumplido los cincuenta y ocho años cuando publicó la primera parte de “El Quijote” y sesenta y ocho cuando se vio la luz de la segunda.
Victor Hugo escribió “Los Miserables” a los cincuenta y siete años.
Jonathan Swift publicó “Los viajes de Gulliver” a los sesenta años.
Von Humboldt Fleisher emprendió su gran viaje de 4500 leguas, que tanto sirvió para rectificar la geografía de Asia, a los sesenta años.
La mayor parte de las quinientas obras dramáticas de Pedro Antonio Calderón de la Barca de Henao y Riaño fueron escritas cuando el autor se hallaba entre los cincuenta y los ochenta años de edad.Guillermo Prescot, ciego a los cincuenta años, publicó la “Historia del Perú”.Bartolomé Esteban Murillo pintó su “San Antonio”, de la catedral de Sevilla, a los setenta y cuatro años.Vecelio di GregorioTiziano trabajó incansablemente hasta ser centenario.
Thomas Alva Edison murió a los ochenta y cuatro años, trabajó hasta el último momento y durante muchos años no durmió más de seis horas.
Charles Maurice de Talleyrand, a los ochenta y cinco era afamado como el mejor diplomático de su tiempo.
Henry Ford, a los ochenta y cinco años dirigía sus producciones de automóviles y sus plantas constructoras.
¡Que nadie diga entonces, que está agotado a los treinta años, ni a los cuarenta, ni a los sesenta años de edad!Diga mejor que no quiere producir y entonces creeremos su afirmación.