Un saludo.
C. de la H.
Leyendo por ahí, he encontrado esta frase atribuida a Alfonso X ‘El Sabio’:
“Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos.”
Nada más leerla, entre otras impresiones, me ha derivado a la gastronomía de aquella época; frase que se le ‘dedico’ al chef Damunt a ver qué nos puede decir.
Un saludo.
He encontrado este artículo y, definitivamente, somos -me incluyo- como el buen vino: añejo mejor.
Los grandes hombres que iluminaron el camino de la humanidad con sus tareas y hallazgos, aquellos que lucharon por todos, probaron con su existencia gloriosa, que la resistencia humana es inagotable; jamás ni en la más avanzada edad, se sintieron agotados ni incapaces para la labor, y mucho menos decrépitos.
Para producir la edad no es un límite, tomemos los siguientes ejemplos:
Moisés tenía ochenta años cuando llevó a su gente a la Tierra de Promisión.
San Juan era más que octogenario cuando escribió El Evangelio.
Julio César después de una vida de disipación y de vicio, venció a Pompeyo, cuando contaba cincuenta años.
Aristóteles escribió sus principales obras cuando pasaba ya de los cincuenta y cinco años.
Rogelio Bacon escribía a los ochenta años y sus obras son consideradas hoy como pozos verdaderos de ciencia, algunas de ellas las escribió en la cárcel.
Leonardo da Vinci, el monstruo del talento pictórico, empezó a los cuarenta años la famosísima “Cena”.
Copérnico terminó su obra “Revolutionibus orbium coelestium” a los cincuenta y siete años, la siguió corrigiendo hasta la edad de setenta años en que la entregó a la imprenta.
Galileo no publicó su “Sidereus Nuncios” hasta los cuarenta y seis años; a los setenta y cuatro años, ciego en absoluto, seguía investigando en sus trabajos científicos. Fue a esa edad cuando publicó sus célebres “Diálogos” sobre el movimiento local.
Pierre Simon de Leplace, a los setenta años, llevó a cabo su inmensa tarea de investigación sobre matemáticas.
Michael Faraday, hizo sus trabajos asombrosos sobre electro-magnetismo a los setenta años.
Charles Darwin publicó a los sesenta años, su obra, “El origen de las especies”.
André Marie Ampere publicó a los cincuenta y un años, la “Teoría de los fenómenos electrodinámicos”.
A los cincuenta y siete años, Manuel Kant se dio a conocer con sus trabajos filosóficos y publicó “La Critica de la Razón Pura” a los sesenta y seis años.Benjamín Franklin, a los setenta años, fue a Francia para solicitar ayuda para la independencia de su país.
Alessandro Volta descubre la famosa pila de su nombre a los cincuenta y seis años de edad.
Miguel de Cervantes Saavedra había cumplido los cincuenta y ocho años cuando publicó la primera parte de “El Quijote” y sesenta y ocho cuando se vio la luz de la segunda.
Victor Hugo escribió “Los Miserables” a los cincuenta y siete años.
Jonathan Swift publicó “Los viajes de Gulliver” a los sesenta años.
Von Humboldt Fleisher emprendió su gran viaje de 4500 leguas, que tanto sirvió para rectificar la geografía de Asia, a los sesenta años.
La mayor parte de las quinientas obras dramáticas de Pedro Antonio Calderón de la Barca de Henao y Riaño fueron escritas cuando el autor se hallaba entre los cincuenta y los ochenta años de edad.Guillermo Prescot, ciego a los cincuenta años, publicó la “Historia del Perú”.Bartolomé Esteban Murillo pintó su “San Antonio”, de la catedral de Sevilla, a los setenta y cuatro años.Vecelio di GregorioTiziano trabajó incansablemente hasta ser centenario.
Thomas Alva Edison murió a los ochenta y cuatro años, trabajó hasta el último momento y durante muchos años no durmió más de seis horas.
Charles Maurice de Talleyrand, a los ochenta y cinco era afamado como el mejor diplomático de su tiempo.
Henry Ford, a los ochenta y cinco años dirigía sus producciones de automóviles y sus plantas constructoras.
¡Que nadie diga entonces, que está agotado a los treinta años, ni a los cuarenta, ni a los sesenta años de edad!Diga mejor que no quiere producir y entonces creeremos su afirmación.